Chile: ¿se abrirán las grandes alamedas 50 años después?

“Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!”, fue el mensaje del presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 a las 9:20 de la mañana desde el Palacio de la Moneda.

Este discurso histórico fue transmitido desde Radio Magallanes, la única emisora que quedaba en pie una vez puesto en marcha el golpe de Estado liderado por el general Augusto Pinochet. Como recordó el entonces director Guillermo Ravest Santis, ya en la madrugada había comenzado la “Operación Silencio”, a la que luego seguirían los bombardeos, detenciones, torturas, desapariciones y una dictadura que se prolongó por 17 años, dejando heridas que aún no cicatrizan en la sociedad chilena 50 años después.

“Allanaron e inutilizaron las plantas transmisoras de las radios de las universidades de Chile y Técnica del Estado y la Luis Emilio Recabarren, de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Entretanto, encabezadas por la emisora de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), la red nacional de las Fuerzas Armadas de Chile atronaba con sus bandos y oficializaba radialmente el golpe militar. (…) En ese clima nos dimos cuenta que habíamos quedado solos en el aire”, dijo Ravest en 2008 para el portal Ciper Chile.

 

¿El cierre de una época?

“Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”, así se despidió Salvador Allende Gossens, pidiendo al pueblo chileno que no se inmolara. Para Ascanio Cavallo, Premio Nacional de Periodismo 2021 y autor del ensayo “Golpe”, fue “el discurso de alguien que va a morir a solas y no quiere que nadie muera por él”.

Si bien no existen pruebas de que lo hubiese escrito con anterioridad, el discurso final de Allende es una prueba incontestable de sus grandes dotes de orador, pues el mandatario estaba consciente desde hacía meses de una posible sublevación, remarcó Ascanio.

Carlos Tromben, autor de ‘Allende. Una novela en cinco actos’, considera que Allende se dirigió al pueblo consciente de “que se está cerrando una época y, a pesar de las circunstancias, lo hizo sin resentimiento y buscando dar una lección moral”, subrayó a EFE. Para Carlos Malamud, del Real Instituto Elcano, “fue una construcción muy hábil y Allende, ni siquiera al final, renegó de la vía chilena al socialismo”.

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El terror

Una vez consumado el golpe de Estado, lo que siguió a la caída de Allende fue una era de represión, persecución y exterminio hacia cualquier expresión de la izquierda en Chile, con la “Caravana de la Muerte”, al mando del general Sergio Arellano Stark recorriendo en helicóptero las regiones del Maule, Los Ríos, Coquimbo, Antofagasta y Atacama entre el 30 de septiembre y el 22 de octubre de 1973.

Un total de 93 hombres entre los 18 y 66 años, con o sin afiliación política de izquierda, resultaron muertos o desaparecidos en un hecho que durante muchos años permaneció oculto ante la opinión pública, hasta la salida del libro “Los Zarpazos del Puma”, publicado por la periodista Patricia Verdugo en 1989.

Según el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), 61 militares fueron procesados como autores, cómplices o encubridores, y apenas diez fueron condenados por homicidio y secuestro calificado. Gran parte de los responsables fueron sobreseídos o cumplieron prisión domiciliaria por motivos de salud. El propio Pinochet falleció en 2006 a los 91 años en un hospital de Santiago sin haber sido procesado por estos delitos.

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“Ni perdón ni olvido”

Yolanda Contreras fue secuestrada y llevada a Villa Grimaldi, donde las torturas sistemáticas incluían «la aplicación de corriente, golpes, el estar desnudo, amarrado». Su hermano era miembro de la Guardia Presidencial de Allende y fue asesinado el 5 de octubre. Confesó a RT que «he caminado sobre la rabia toda mi vida desde que mataron a mi hermano. Aquí no puede haber perdón ni olvido».

La superviviente también habla de lo que significaron los 17 años de dictadura para su país en lo económico, con la implantación del neoliberalismo por la vía de la fuerza con la ayuda de los “Chicago Boys”. «Fuimos donde primero se impuso el modelo a través de una dictadura, de un genocidio». Para Contreras, es un sistema de «hambre y muerte» y creador de «desigualdad».

Villa Grimaldi fue uno de los mayores centros de detención y tortura del régimen de Pinochet. Se calcula que por allí pasaron alrededor de 5.000 personas detenidas -entre ellas la expresidenta chilena Michelle Bachelet- de las que 18 fueron ejecutadas y 211 continúan desaparecidas.

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Sin embargo, pese a las torturas, desapariciones y muertes, la dictadura de Pinochet todavía tiene partidarios, como el excomandante en Jefe de la Armada, Jorge Patricio Arancibia Reyes, quien justifica el golpe militar por la situación económica del país.

Para Arancibia, Pinochet es la persona que cambió el destino de Chile «en forma muy exitosa». Si bien es consciente de que se producían violaciones de los derechos humanos, relativiza el propio concepto de ‘derechos humanos’ porque en los años 70 «no era una expresión que se usara para nada».

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Cuando Chile “despertó”

En 1990, un plebiscito condujo a la salida de Pinochet por la vía democrática, aunque el general se mantuvo como Comandante en Jefe del Ejército hasta 1998. Su salida dio pie a una sucesión de gobiernos, la mayoría de corte neoliberal, en los que el descontento de diversos sectores de la sociedad se mantuvo soterrado pero latente, hasta el 14 de octubre de 2019, el día que “Chile despertó”.

El foco de las protestas fue la antes Plaza Italia, ahora llamada “Plaza de la Dignidad”, donde estudiantes se concentraron para protestar por el alza del pasaje del metro de Santiago. Con los días, las manifestaciones se volvieron más radicales con barricadas y quema de autobuses, que llevaron al gobierno derechista de Sebastián Piñera a decretar el Estado de Emergencia y el toque de queda.

El 25 de octubre, se estima que un millón de chilenos participaron en la «marcha más grande de la historia”, siendo la convocatoria más grande que alguna vez haya tenido el país. El saldo de las protestas fue de más de 30 muertos y miles de heridos, daños cuantiosos y señalamientos contra las fuerzas de seguridad por violaciones a los derechos humanos.

De estas protestas emergió la figura del actual presidente, Gabriel Boric, quien llegó a La Moneda con 55,87% de los votos al ganar en segunda vuelta al ultraderechista José Antonio Kast. Boric, el mandatario más joven en ocupar el cargo, recordó que el estallido de 2019 se debió a “la incapacidad que tuvimos en el mundo político durante mucho tiempo, de acordar soluciones para estos problemas. Pasaron años y años, hubo muchas advertencias del malestar ciudadano y esos acuerdos no se produjeron», dijo a El Mercurio.

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Finalmente, el 11 de noviembre, Piñera ratificó el inicio de un proceso para establecer una nueva Carta Magna con el nombre de «Congreso Constituyente”. Pese al entusiasmo inicial, la gestión de Boric actualmente es desaprobada por el 65% de la población, de acuerdo a datos de la encuestadora Cadem, y el nuevo texto constitucional está lejos de aprobarse.

Más polarización

El gobierno de Boric llamó a todos los partidos políticos chilenos a firmar una declaración conjunta a favor de la democracia, en el marco del 50 aniversario del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, pero los partidos de derecha rechazaron la invitación, una muestra de que la polarización política sigue presente en la política chilena.

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El 22 de agosto, con 50 votos a favor y 42 en contra, la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó leer íntegro el proyecto de resolución del 22 de agosto de 1973, en el cual el parlamento de la época denunciaba el «quebrantamiento del orden constitucional» bajo el Gobierno de Allende, antecediendo al golpe que tuvo lugar semanas después. Boric condenó la lectura del texto e hizo un llamado a los actores políticos: «Cuidemos la democracia».

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La diputada Mónica Arce, del Partido Humanista, ante la lectura del proyecto de resolución, señaló que «lo ocurrido en la Sala de la Cámara es una grave ofensa a la democracia, los chilenos y especialmente a los ciudadanos que fueron perseguidos, torturados, secuestrados y asesinados de la dictadura militar».

 

Buscando verdad y justicia

El pasado 30 de agosto, Boric firmó el decreto del llamado Plan Nacional de Búsqueda de Verdad y Justicia, a fin de esclarecer las circunstancias de desaparición, muerte y destino de las víctimas de la dictadura.

“En estos días donde hay quienes se atreven a negar todo esto (los crímenes de la dictadura), ¿cómo se responde a quienes invitan a olvidar, a quienes niegan lo que ocurrió, a quienes lo justifican y que no son capaces de decir que no lo harían de nuevo?”, expresó Boric desde el Palacio de La Moneda.

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Los crímenes cometidos durante la dictadura de Pinochet también han sido noticia en días recientes debido al suicidio de Hernán Chacón, uno de los siete solados en retiro condenados el pasado 27 de agosto por el asesinato del cantautor Víctor Jara en 1973.

En el caso de Jara, también se encuentran prófugos dos de los siete militares condenados por su muerte, tras la reciente sentencia emitida por la Fiscalía de Chile. Raúl Jofré González y Nelson Haase Mazzei fueron condenados a cumplir 25 años de prisión.

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50 años después, Chile continúa dividido en torno a las figuras de Allende y Pinochet. Por un lado están los sobrevivientes de la dictadura, quienes vieron en el primero una vía al socialismo; en el otro, quienes validan la actuación de Pinochet con base en la teoría del “gendarme necesario” y abrazan el modelo neoliberal. Mientras tanto, las grandes alamedas siguen tardando en abrirse.

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